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de cuanto se estaba desviando del tema inicial.

Mirando la blancura de la pared del dormitorio, rota ésta por dos cuadros japoneses en

prefecto feng-shui, continuó relatando la historia de aquella noche que empezaba a

antojársele eterna. Pensó en cómo cualquiera podía afirmar que se aburría... sí a él,

incluso sin trabajar ocho o diez horas según el caso al día, le continuaban faltando éstas

para llevar a cabo todo cuanto su imaginación se disponía a diario a perpetrar. Sí un

simple bolígrafo gratuito y una libreta de menos de dos euros podían convertirse en el

entretenimiento perfecto. Y no solo de la parte ociosa de su mente, sino de todo su ser.

Podía volcarse, implosionando como un tarro de partículas pym, en aquella libreta. Podía

verter su esencia vital, todo cuanto él significaba desde que fue un deseo materno hasta

el preciso instante de escribirlo, en un rectángulo de celulosa.

¿No es maravilloso, grandioso y colosal, reducir la existencia de un hombre, o de muchos

si viniera al caso, en un grupo simple de palabras ordenadas? La gramática y el

vocabulario eran poderes mágicos, qué digo: divinos, en los dedos y la mente, en la

lengua y las líneas, de un simple mortal.

Y qué de la inmortalidad; que nos es más que el legado de cuanto pensamos, hicimos o

dijimos, voluntariosos en el ejercicio de nuestra inalienable libertad.

“Solo quiero por riqueza, la belleza sin rival”.

Respiró otra vez. Desde que salía a correr un par de veces por semana para quitarse el

estrés que de vez en cuando se apoderaba de sus nervios, supo a ciencia cierta de la

importancia del buen respirar. Había ocasiones en las que la novela era un sprint de

emociones, un huracán de inspiración anodina que le hacía escribir doscientas páginas en

un mes. Pero otras en que la subida, sobre todo cuando ya estaba muy cerca de la

entrada a la Toconera, le obligaba a dar pasos cortos y lentos pensando en que durante la

bajada de regreso le iría mejor. Y otras, las que más, era hallar el ritmo adecuado, la zona

de confort, para llegar a superar su propio récord de distancia en el llano y alcanzar la

meta poco a poco.

No era un ave rapaz. No era un depredador nato en busca de presas. No quería que sus

ambiciones materiales estuvieran por encima de su carrera espiritual. Y tenía un par de

proyectos en la mochila. La noche se alegraría un mes más a pesar de los currículums

enviados. La noche solo era el escenario temporal de su historia personal.

Esperando la llamada de un madrileño. Esperando mayo como si él fuera el agua.

Esperando, ejercitando esa paciencia que nunca tuvo en el pasado, a ser la mejor versión

de sí mismo.

Amando y siendo amado. Acompañando de una cerveza fría la lasaña de carne. Besando

y siendo besado. Cocinando platos nuevos de youtube. Jugando con los niños. Siendo

hoy Vengador y mañana Yokai. Levantándose a la hora que le daba la gana y

acostándose normalmente tarde. Alabando a Dios por encima de todo; y deseando de

corazón hacer bien las cosas de una vez por todas. Siendo él mismo donde quisiera que

iba.

Suspirando de nuevo al pensar en todo lo narrado.

… y escribiendo.

Escribiendo.