CATERGORÍA D
Mención Especial Narrativa
Titulo: Una estrella para recordar
Autora: Julia Morales Miranda
Una estrella para recordar
Su padre se fue. Pero no se marchó de viaje, ¡ojalá! Según le contaron, se fue al cielo. Tenía 7 años y le
dijeron que un ángel se había llevado el cuerpo enfermo de su papá al cielo, junto a las estrellas. Lo echaba
mucho de menos. Era un hombre muy alegre y bondadoso. Tenía muchos amigos y, en el pueblo, todo el
mundo lo quería. Era un fantástico padre. Recordaba con cariño la primera vez que montó en bicicleta.
Como ella era un poco torpe, se caía constantemente, y cada vez que quería dejar de intentarlo, él la
abrazaba y la animaba a seguir intentándolo. Le decía que no debía perder la esperanza; siempre decía que
“los fracasos son el ensayo del éxito” (a su padre le encantaban los refranes). Siempre tenía un abrazo y
beso para ella, y de golpe, había perdido todo eso.
Su madre y sus tíos le decían que, si miraba fijamente las estrellas por la noche y buscaba la que más
brillaba, podría ver la estrella donde vivía su padre. Desde entonces empezó, cada noche, a mirar por el
telescopio que él le había regalado cuando tenía 5 años. Buscaba la estrella que más brillaba en el cielo y
se acordaba mucho de él. Cuando pasaba una estrella fugaz pensaba que su padre la estaba viendo y que
también estaba muy triste de no poder estar con ella.
Cuando cumplió 10 años le contaron toda la verdad. Se sintió tan frustrada como cuando le contaron
quienes eran los Reyes Magos. ¡No quería perder otra vez a su papá! Por eso, aunque sabía que no lo
encontraría en las estrellas, se aficionó tanto a verlas que, cuanto tuvo que ir a la universidad, quiso
dedicarse a la astronomía. Sus compañeros la llamaban Nova porque siempre estaba hablando de las
estrellas, los planetas y el espacio. Ella siempre les decía que le gustaban tanto porque le recordaban a su
padre y se sentía cercana a él.
Después de acabar la universidad, empezó a trabajar en un observatorio astronómico. Una noche de verano
se quedó trabajando, esperando a ver una lluvia de estrellas que se iba a producir. Bajó al parque que había
en el observatorio, se tumbó en el césped y esperó. Cuando empezaron a caer estrellas y contempló lo
bonito que era aquello, vio algo que llamó su atención, una estrella que brillaba más que ninguna otra en el
cielo. Se puso de pie y corrió hacia el estudio donde estaba el telescopio. Miró con atención y resultó ser
una estrella nueva que antes no estaba en el lugar donde ahora la veía. Enseguida investigó si se trataba de
una estrella nueva. Estaba muy nerviosa por saber si había descubierto una estrella. Ya estaba pensando
en que nombre ponerle y enseguida lo supo, ¡Héctor!, el nombre de papá.
Cuando meses después presentó su descubrimiento ante la comunidad científica, todo el mundo la felicitó
por su hallazgo. Aunque estaba contenta por las felicitaciones de sus compañeros, para ella lo más
importante fue que su deseo infantil se había hecho realidad. Por fin podía levantar la vista, mirar al cielo y
ver a su padre.
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