precipitándose al mar desde lo alto.
Mi abuelo fallecería poco tiempo después aprovechando una efeméride carlista y mi
abuela ya no quiso regresar nunca por la villa de la Malvarrosa, que acabó
desmoronándose sobre los vestigios de su propia grandeza. Desde aquel entonces,
muchas veces he recordado esas últimas tardes en el paraíso, con el sol de cobre
coloreando mi rostro de muchacho sin experiencia, las ilusiones a flor de piel y toda la
vida por delante. Ahora que por fin soy escritor y cada día edifico mi propio mito con los
escombros del pasado he comprendido por fin la frase que dejó escrita Ernest
Hemingway: “
Cuando llegues a mi edad no sabrás nada en absoluto de la vida. Lo único
que sabrás es lo que hayas inventado.”