Mirar por la ventana,
ver la plaza del Carmen
es un lujo a la vista,
¡No me di cuenta antes!
Echo de menos mis fiestas,
con sus pastas y sus trajes;
de niño jugando en la Virgen,
o en la oliva con mis padres.
Quiero pasear por San Francisco,
y halagar sus casas iguales
disparar el día siete,
y comerme tus potajes.
Me acuerdo de las mañanas
corriendo en la Toconera,
y las noches de septiembre
pasadas todas en vela.
Mañana marcho a Caudete
reza por mi viaje.
Cuando vea Olula cerca
¡ya no habrá quien me pare!”
Y así es como acaba
este buen agricultor:
Llegó a su pueblo feliz
y dando gracias a Dios.
Lo cierto es que este chico
eres tú y soy yo.
Caudete nos da recuerdos,
plagados de tierno amor.