Soy una persona de pocas palabras pero, sorprendentemente, congeniamos desde el
primer momento. Ese día, ya nos pusimos a hablar durante horas. Desde ese momento,
el ir al trabajo se convirtió en algo placentero. Yo le contaba cosas de mí y ella me
hablaba de todos los viajes que había hecho, y de cómo se lo había pasado. Yo estaba
muy sorprendido de que una persona tan joven hubiera viajado tanto. Por eso un día le
dije: -”¡Guau! ¡Cuanto has viajado! Por lo que me has contado, has estado en lugares muy
bonitos, aunque la verdad sus nombres son muy extraños. Nunca los había oído”. Ana me
dijo, con una sonrisa en los labios: -”No Víctor. Todos esos viajes no son más que pura
fantasía. Los he vivido a través de todos los libros que he leído”.
Me quedé asombrado por lo que me había dicho Ana. Nunca había creído que uno se lo
pudiera pasar tan bien con los libros y vivir tantas aventuras. Pero Ana era la prueba de
que sí era posible. Decidí prestarle más atención a los libros, sobre todo para que Ana no
pensará que era un ignorante. Siempre me había gustado la fantasía por lo que le
pregunté que si me podía recomendar alguno en especial. Me dijo que la
Historia
Interminable
era uno de sus libros favoritos, ya que de pequeña se lo leía su padre antes
de irse a la cama. Ya era hora de cerrar, pero antes, me acerqué al pasillo de los libros de
fantasía, busqué el que me había dicho Ana y me lo llevé a casa. Cuando llegué, estaba
deseando tumbarme en la cama para ponerme a leer.
En menos de una semana acabé el libro y le dije a Ana, lo mucho que me había gustado.
Le pedí que me recomendará más libros. Desde entonces, todas las semanas leía un par
de libros, que luego comentaba con ella. Me parecía mentira que hubiera estado tanto
tiempo rodeado por tantos libros y que no hubiera sido capaz de leer ninguno. Poco a
poco, fui cambiando mis gustos y me reencontré con autores que recordaba de mis
tiempos de instituto. Leí libros de aventuras, de piratas y corsarios, viajando a los lugares
más lejanos del mundo. Me asusté con historias de fantasmas y de monstruos. Perseguí a
crueles asesinos y resolví crímenes y misterios. Me enamoré de las más lindas damas y
luché contra molinos. Viajé a galaxias lejanas y me enfrenté a cientos de enemigos. En
definitiva, los libros me enriquecieron y me llenaron de vida.
Un día, buscando unos libros en la estantería que estaba junto a la puerta del almacén, vi
algo que me llamo la atención. En lo más alto de la estantería había como una especie de
libro de piedra clavado en la pared. Fui a por una escalera, subí e intenté cogerlo. De la
fuerza que hice al estirar del libro, me resbalé y caí. Entonces el libro se inclinó hacía
atrás y la estantería se corrió hacía la derecha, dejando al descubierto un largo y oscuro
pasillo.
No estaba seguro de hacía donde conducía ese pasadizo, pero decidí que lo iba a
averiguar. Cuando entré, la estantería se cerró y me pegó un susto de muerte. Ya no
había forma de volver atrás. Era un largo pasillo, pero parecía que había una tenue luz al
final del túnel. Después de tropezar varias veces en la oscuridad, llegué a una puerta que
estaba entornada, y de la que salía la luz de una vela, -”Creía que no ibas a llegar nunca”.
-Exclamó.
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