decía que eso no pertenecía a este mundo.
Cuando abrí los ojos solo pude sonreír a Dios como muestra de agradecimiento.
Mi sorpresa llegó cuando al incorporarme de la cama, pude ver sobre mi mesita de noche
un corazón bordado, el mismo que te había regalado años antes en el día del padre, sentí
una gran confusión, seguida rápidamente de rabia por no poder discernir lo que acababa
de ocurrir, sentí que el universo entero había conspirado en todo esto.
Rápidamente me fui a la Comisaría de Policía, donde has trabajado tantos años.
Me recibió Julio muy amablemente y se sinceró conmigo como nunca antes los había
hecho, me dijo que no podía contármelo todo, pero que no me preocupara, que las cosas
estaban llevando su curso. Nos fundimos en un infinito abrazo. Rompí a llorar.
Me dijo que ante todo nunca perdiera la Fe y la Esperanza.
No pude resignarme a preguntarle lo más obvio: ¿mi padre está vivo?
Me dijo a modo de pregunta: ¿tú padre te ha fallado alguna vez? El llanto me cortó el
habla, no le contesté, pero en ese momento me di cuenta de que tú sigues con mamá y
conmigo. Ya no sufro tú ausencia porque nunca he sentido tú presencia de forma tan
intensa. Y estés donde Dios disponga y quiera que estés, no olvides que te quiero con
locura.
Sé que algún día volveré a lanzarme a tus brazos, y volveremos a recordar todos nuestros
días juntos.
Esta carta se la daré a Julio, en este momento creo que es la persona más cercana a ti.
Aunque aún queda un tema por resolver, no sé cómo contarle todo esto a mamá.
Tú hija que te quiere, hasta pronto papá.